MARIFLÉ QUILLO

Queridos amantes del RGB:

Seguramente estéis decepcionados y dolidos por la mi ausencia bloggil. Es entendible pero no justificable…cuando menos,aceptable. Recoged del suelo los trocitos de vuestro desencanto, pues sólo después de una decepción muy grande viene una alegría descomunal.

Y ahora es momento de que disfrutéis con mi revelación:

He estado viajando! JAJAJAJAJA (léase como una risotada con ecos de grandeza)

Justo cuando pensaba que mis días de vino y rosas se habían acabado, he visitado lugares nuevos, remotos…nunca descubiertos hasta ahora. He castigado mi cuerpo con sustancias prohibidas, mucho(ya os dejaré alguna foto de esos momentos) , y he descubierto nuevos personajes dignos de vivir en Ciudad Melancolía.
Os dejo con uno de ellos

MARIFLÉ  QUILLO

Mariflé nació con flequillo, largo negro y abundante. Se suponía que tras él escondía unos ojos, pero eso nunca nadie lo ha podido ver (paradojas del mundo ocular). Ni siquiera en los días de viento supremo.

Hubo quien llegó a pensar que no eran ojos lo que escondía Mariflé, sino ensaimadas. Pero esa teoría carecía de base empírica.

Os preguntaréis cómo, con ese flequillo tan denso e impenetrable, era capaz Mariflé de caminar por la calle sin hostiarse con la primera farola. Pues bien, se orientaba como los murciélagos, a chillidos.

Cuatro chillidos: iiiiih!, iiiiih!, iiiiiih!, iiiiiiih!...y llegaba al súper. Dos más y estaba en la lechería, comprando huevos.

El eco le devolvía la posición de los obstáculos.

El único problema era que, al contrario que a los murciélagos, a ella sí se le escuchaban los chillidos…y no veáis cómo.

Taladrantemente  Insoportables.

Tan insufrible y agobiante era que la gente, cuando Mariflé salía a la calle, se escondía en sus casas para no escucharla.

Mariflé era diferente, y decir esto en Ciudad Melancolía es decir mucho.

Sus padres, hartos de pagar los cristales rotos por sus gritos, decidieron encabezar la comitiva encargada de cortarle el flequillo y dejarle el pelo engominado permanentemente.
Mariflé, traicionada por los suyos, pudo escapar chillando como nunca antes (varias personas de la comitiva utilizan la trompetilla en la oreja desde aquella tarde) y decidió, orgullosa de su identidad, de su flequillo y sus chillidos, vivir tranquila en los bosques que rodean la villa y amenizar  eternamente las noches de los habitantes de Ciudad Melancolía  con un paseo por los tejados detooooodo el pueblo, recordándoles a los habitantes  que a ella no la cambia ni Dios. Ni falta que hace.

P.D.: El negocio de la venta de tapones para los oídos supuso pingües beneficios para la farmacia del pueblo.

P.D.2: En las noches de luna llena el encanta pasearse con un megáfono.


1 comentario:

ariadnafilms dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.